jueves, 31 de enero de 2013

Un Mar de Noche 2: Noches Después

Sales del bar, está muy oscuro,  gastaste hasta el último centavo en cerveza y botanas, no tienes hambre, pero tampoco dinero.
Caminas, no sabes exactamente el rumbo debido a lo aturdido que te sientes; a breves pasos serpenteando llegas hasta el peñasco que viste al atardecer, el viento es fuerte, las olas salvajes, el mar está vivo y enojado con las rocas.

Te sientas a mirar las estrellas y el viejo faro que se ve a la distancia, es una maravilla el cielo apuntalado de diminutas luces, como si el día estuviese cubierto por un manto negro pero con pequeños orificios que dejan colarse a la luz. Permaneces sentado por un largo tiempo mientras intentas formar figuras uniendo los puntos en el cielo.

Te incorporas nuevamente, una inmensa nube amenaza con precipitarse, pero aún no te quieres ir.

— Amigo... — dices en voz baja...




Amigo, he venido a verte, a pesar de la borrasca,
no reproches la tardanza, tú conoces mis retardos.
y dime... ¿Cómo has estado?, ya hace mucho de mi ausencia,
se acabó la primavera, ya soy preso del ocaso.

Amigo, no viene al caso, el por qué del nuevo encuentro.
Vamos a hablar de recuerdos, ya estoy briago de nostalgia,
derramemos la esperanza que nos ha mentido tanto,
para hacer ligero el tiempo, para que no pese el llanto...

¿Recuerdas la tierna niña? La de avenida oriente,
la de carita inocente y mirada de destello,
la que te puso aquel sello como enfermo de la vida,
la que provocó tormentas a la luz de un bello día

Recuerdo cuando llegó ella: esa tu fatal conquista,
la que con sólo mirarte la borrasca volvía brisa;
la dueña de los instantes que viviste en la bonanza,
la mujer que iluminó tu terrible desgracia...

¿Recuerdas qué feliz eras? ¡Cuánta envidia al sólo verlos!
y ahora resta oscuridad, el peñasco está desierto,
la penumbra te hizo velo, y el silencio prisionero,
navegaste el mar de noche para ahogar la soledad...

No hay destino amigo mío, más que el hecho día con día,
y tu barco a la deriva no podrá topar con tierra;
lástima por esa niña que aun te llora si recuerda;
no valía tanto la pena comprar olvido a las piedras...

Amigo, preciso irme, se aproxima una tormenta,
volveré en cualquier momento, aún mantengo esa promesa,
no es ni llanto ni tristeza, me cayó algo de arena,
amigo, es la despedida, se acabaron las rimas y es un lastre mi cansancio,
volveré a este mar de noche, mientras no me falte vida...


lunes, 28 de enero de 2013

Legado Vagabundo 1: Ampolletas de Felicidad

Agotado, agobiado...

comes un puñado de cacahuates para minimizar el efecto de la cerveza, consumes la séptima cerveza mientras echas un vistazo a tu cartera: sólo te queda un billete grande, en este momento ya no te importa gastarlo.


La música se ha vuelto más alegre y han llegado más personas; tú sigues en el mismo lugar, rechazando las peticiones e incluso las conversaciones de personas que se te acercan. Cansado de que se te acerquen, aceptas invitar una copa a una prostituta no tan vieja; enseguida, ella comienza a hacerte plática mientras te toca; quitas su mano de tu entrepierna y continúas platicando con ella, no quieres una aventura, no quieres otra cosa que no sea platicar... 


En un acto subliminal, recuerdas por qué llegaste a Ciudad Poniente, el motivo por el cual viniste a la decadencia, al lugar que no perteneces, pero en el que debes estar: ella...


Te maldices... 


Sonríes, y pides otra cerveza...

El hospital de la esquina,
se ha colmado de pacientes,
los heridos, los que mueren,
y otros tantos que ahí atienden....

Juego con la herida que no pretende sanar,
una enfermera suicida me seduce con frialdad,
fingiré que ella es bien que necesito
aunque mañana vuelva a ser lo mismo...

Ampolletas de felicidad, suero que me da vida,
puedo curarme sólo, contagiarme de otro mal que no seas tú,
¡Qué ineptitud! pero es normal, todos lo hacen;
aunque la herida no me cure, me olvido de este dolor
me olvido que existes, me olvido que existo yo,
sólo existe un sopor etílico y mi risa,
la enfermera torna a mi dolor sumiso,
se cura la herida, y encuentro el olvido.

Aunque mañana vuelva a ser lo mismo....




jueves, 24 de enero de 2013

Pequeña Eternidad 1: Alcohol

No hay nadie ahí, tal vez fue un juego de tu traviesa imaginación, te dices tratando de consolarte. Se te escapa una lágrima al recordar aquellos largos momentos a su lado, era tu mejor amigo, no es para menos; y aunque no tiene mucho caso recordar los momentos tristes, de alguna manera intentas maltratar tu estado de ánimo con ellos, -fue por ello que volviste, ¿no?- aún lo sigues pensando mientras pierdes de vista el acantilado y el sonido de las olas rompiendo se hace cada vez más tenue, siendo suplido por el sonido de boleros sobre corazones rotos. 

Este es tu lugar...

Se llama "El Edén ", una cantina-prostíbulo que funciona de seis de la tarde a cuatro de la mañana. Al entrar puedes percibir un penetrante aroma a cigarro, y a un dulce, hostigador, perfume barato. el lugar tendrá unas veinte mesas y tan sólo cinco o seis se encuentran ocupadas; en algunas unos señores besan a las prostitutas gordas que atienden el lugar, mientras otros acuden ahí a llorar sus penas. Ninguno parece feliz.

Te diriges a la barra, en el trayecto una prostituta te aborda y te pide le invites una copa. No quieres platicar con nadie, la rechazas con una sonrisa y continuas tu camino. Aquella mujer, ebria, te grita algunas injurias tratando de ofender tu virilidad. "A todo el mundo le dan igual las ofensas de una puta fea y borracha", escuchaste balbucear a un tipo que se mecía tratando de conservar el equilibrio mientras pasabas junto a su mesa. 

Llegas a la barra, el cantinero te saluda, respondes el saludo con una sonrisa, no eres nuevo en ese lugar, ya algunas veces habías ido durante tu temprana edad adulta, pero es imposible que el cantinero se acuerde de ti. Ha pasado mucho tiempo desde que saliste de Ciudad Poniente, ya nadie te recuerda.

Pides una cerveza, enciendes un cigarro, y te sientas frente a la barra a escuchar los boleros descarnados que brotan de una vieja rockola.

Así es como te sientes a gusto...




Me basta asirme a tu cintura
esperando un frío beso 
que, sé, me dará calor; 
prenderme a ti, saber todo incierto 
y luego no saber de mí; 
posar mi frente a tu altura, abrir los ojos, 
ver el mundo a través de tu mundo 
y pensar que sueño, 
cansado de soñar despierto; 
saberme vivo por cansado, 
saber tuyo este momento 
y, luego, no saber quién soy. 
Para todo mal la ausencia de mi mundo, 
si en tu mundo estoy…


domingo, 20 de enero de 2013

Un Mar de Noche 1: El Licántropo

Te encuentras en la calle, en una mano: tu maleta; en la otra: un llavero, muy viejo, con tres llaves y la figurita de un delfín que, al moverle su aleta dorsal, abría la boca y salía una luz roja. Hoy la luz ya no enciende más y la pintura de aquel delfín se ha caído en su mayoría. Una leyenda que hacía alusión al acuario de la ciudad se ha borrado por completo. Por un amigo te enteraste que ese acuario había quebrado un tiempo atrás, tal parece que desde que dejaste la Ciudad Poniente todo cambió...

Decides dar un paseo por el Boulevard antes de ir a casa; ya no es el mismo de cuando niño, luce descuidado y oscuro, el viento rompe con más fuerza, las olas se precipitan agresivas hacia tí, hacia la tierra, queriendo ganar el terreno que hace mucho perdió el mar ante la civilización. 

Miras a lo lejos, aquella saliente que guarda el secreto de tus lágrimas cuando estabas triste, sigue intacta, resistiendo el paso del tiempo y el violento embestir del oleaje sobre ella. Alguien se encuentra viendo anochecer desde ahí...
¿Lo ves?
¿Lo ves? 




Es él...


Míralo, está sólo como nunca pues le falta su mirada
como un mar sin luz de luna, como un lobo solitario.
Admirando en el peñasco el incremento de las aguas.
¡Qué envidia de la marea, que no cesa ni un instante!
¡Cuanta envidia siente al verla!, de saberse tan cobarde.
un haz de dolor le parte al oír la luna comentarle:
-Tú no mereces amarle, no mereces ni mirarla...-

E inconsciente de aquel llanto que derrama, una lágrima se nota;
y no envidia por ahora más que un choque con las rocas,
convertirse en una ola, y romper con su cruel sino,
vestir al mar de asesino y desmentir su cobardía.
Cayó presa del hechizo de hombre bestia, de suicida,
y la burla de la luna perforó su honda herida,
de su boca brota espuma, aquel veneno le corrompe;
y alaridos con su nombre que hasta el aire paralizan
han salido de sus labios, el silencio está temblando,
no hay temor, sólo desdicha, y aquel hombre envuelto en rabia,
que los puños levantaba junto a aullidos a una dama,
porque aun la recordaba, y en el fondo, la quería,
y un solo nombre repetía en sus lamentos, a su amada...

Cada noche llorando podrá verlo en el peñasco,
llamándola a cada aullido, maldiciendo a aquella dama,
y su voz se quiebra y calla, y aun suspira enamorado,
el hombre lobo solitario que a la luz de luna canta...


sábado, 19 de enero de 2013

Bienvenidos a la Ciudad Poniente

Por fin se ha detenido el camión. Bajas de él con tu escaso equipaje en mano. Está atardeciendo, no hay nadie esperando tu llegada; de todas formas no esperabas que alguien estuviese ahí, y si por algún azar de la vida se encontrase alguien ahí, esperándote; seguramente ya habías olvidado su rostro, y esa persona el tuyo... 

Fue hace mucho que abandonaste este lugar, tus pisadas suenan raras en la losa de la terminal, como huecas, exaltando el vacío del sitio, invocando los miedos que tenías de niño...

Ya no recuerdas cual fue el motivo por el que abandonaste la ciudad, no te importa recordarlo, has vuelto, no es el sitio donde perteneces, nunca te sentiste perteneciente aquí, pero es el sitio donde debes estar, y lo sabes...

Sales a la calle, con un ligero arrepentimiento...

Aquí estás, para bien o para mal, Bienvenid@...



jueves, 17 de enero de 2013

Legado Vagabundo cero: Espacio

El camión ha entrado a la Ciudad Poniente, ya no es el lugar que abandonaste cuando eras niño; tampoco es el lugar al que desearías volver, pero hay algo en ella, algo: una mezcla de melancolía y desesperanza que ejerce un efecto magnético en ti...
¿Será acaso un grillete por el resto de tu vida? La primer pregunta que te surge, la más importante.


El autobús está por llegar a la terminal, aquella misma terminal de la cual partiste hace ya incontables ayeres. Suspiras, piensas que tal vez no haya nada por lo cuál volver; pero ya estás ahí. Vuelves a suspirar, miras hacia la ventana, hacia la decadencia, hacia aquel hombre que yace en el suelo, ahogando sus ilusiones...


El astronauta no tiene más universo
que el concreto de la calle inundada,
que la esquina de un punto de encuentro
y consuelo en botellas vacías,
una moneda que levita en espiral 
y cual cometa se precipita 
en una lata que aúlla su dolor;
un hoyo negro en el vientre 
que ha tragado mil recuerdos,
mil silencios, suspiros y corajes;
constelaciones de ratas 
se amontonan a detalle
y hablan, parece que él entiende,
que le cuentan de una luna masoquista,
que otra nave aluniza, 
y alucina...