jueves, 24 de enero de 2013

Pequeña Eternidad 1: Alcohol

No hay nadie ahí, tal vez fue un juego de tu traviesa imaginación, te dices tratando de consolarte. Se te escapa una lágrima al recordar aquellos largos momentos a su lado, era tu mejor amigo, no es para menos; y aunque no tiene mucho caso recordar los momentos tristes, de alguna manera intentas maltratar tu estado de ánimo con ellos, -fue por ello que volviste, ¿no?- aún lo sigues pensando mientras pierdes de vista el acantilado y el sonido de las olas rompiendo se hace cada vez más tenue, siendo suplido por el sonido de boleros sobre corazones rotos. 

Este es tu lugar...

Se llama "El Edén ", una cantina-prostíbulo que funciona de seis de la tarde a cuatro de la mañana. Al entrar puedes percibir un penetrante aroma a cigarro, y a un dulce, hostigador, perfume barato. el lugar tendrá unas veinte mesas y tan sólo cinco o seis se encuentran ocupadas; en algunas unos señores besan a las prostitutas gordas que atienden el lugar, mientras otros acuden ahí a llorar sus penas. Ninguno parece feliz.

Te diriges a la barra, en el trayecto una prostituta te aborda y te pide le invites una copa. No quieres platicar con nadie, la rechazas con una sonrisa y continuas tu camino. Aquella mujer, ebria, te grita algunas injurias tratando de ofender tu virilidad. "A todo el mundo le dan igual las ofensas de una puta fea y borracha", escuchaste balbucear a un tipo que se mecía tratando de conservar el equilibrio mientras pasabas junto a su mesa. 

Llegas a la barra, el cantinero te saluda, respondes el saludo con una sonrisa, no eres nuevo en ese lugar, ya algunas veces habías ido durante tu temprana edad adulta, pero es imposible que el cantinero se acuerde de ti. Ha pasado mucho tiempo desde que saliste de Ciudad Poniente, ya nadie te recuerda.

Pides una cerveza, enciendes un cigarro, y te sientas frente a la barra a escuchar los boleros descarnados que brotan de una vieja rockola.

Así es como te sientes a gusto...




Me basta asirme a tu cintura
esperando un frío beso 
que, sé, me dará calor; 
prenderme a ti, saber todo incierto 
y luego no saber de mí; 
posar mi frente a tu altura, abrir los ojos, 
ver el mundo a través de tu mundo 
y pensar que sueño, 
cansado de soñar despierto; 
saberme vivo por cansado, 
saber tuyo este momento 
y, luego, no saber quién soy. 
Para todo mal la ausencia de mi mundo, 
si en tu mundo estoy…


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