domingo, 20 de enero de 2013

Un Mar de Noche 1: El Licántropo

Te encuentras en la calle, en una mano: tu maleta; en la otra: un llavero, muy viejo, con tres llaves y la figurita de un delfín que, al moverle su aleta dorsal, abría la boca y salía una luz roja. Hoy la luz ya no enciende más y la pintura de aquel delfín se ha caído en su mayoría. Una leyenda que hacía alusión al acuario de la ciudad se ha borrado por completo. Por un amigo te enteraste que ese acuario había quebrado un tiempo atrás, tal parece que desde que dejaste la Ciudad Poniente todo cambió...

Decides dar un paseo por el Boulevard antes de ir a casa; ya no es el mismo de cuando niño, luce descuidado y oscuro, el viento rompe con más fuerza, las olas se precipitan agresivas hacia tí, hacia la tierra, queriendo ganar el terreno que hace mucho perdió el mar ante la civilización. 

Miras a lo lejos, aquella saliente que guarda el secreto de tus lágrimas cuando estabas triste, sigue intacta, resistiendo el paso del tiempo y el violento embestir del oleaje sobre ella. Alguien se encuentra viendo anochecer desde ahí...
¿Lo ves?
¿Lo ves? 




Es él...


Míralo, está sólo como nunca pues le falta su mirada
como un mar sin luz de luna, como un lobo solitario.
Admirando en el peñasco el incremento de las aguas.
¡Qué envidia de la marea, que no cesa ni un instante!
¡Cuanta envidia siente al verla!, de saberse tan cobarde.
un haz de dolor le parte al oír la luna comentarle:
-Tú no mereces amarle, no mereces ni mirarla...-

E inconsciente de aquel llanto que derrama, una lágrima se nota;
y no envidia por ahora más que un choque con las rocas,
convertirse en una ola, y romper con su cruel sino,
vestir al mar de asesino y desmentir su cobardía.
Cayó presa del hechizo de hombre bestia, de suicida,
y la burla de la luna perforó su honda herida,
de su boca brota espuma, aquel veneno le corrompe;
y alaridos con su nombre que hasta el aire paralizan
han salido de sus labios, el silencio está temblando,
no hay temor, sólo desdicha, y aquel hombre envuelto en rabia,
que los puños levantaba junto a aullidos a una dama,
porque aun la recordaba, y en el fondo, la quería,
y un solo nombre repetía en sus lamentos, a su amada...

Cada noche llorando podrá verlo en el peñasco,
llamándola a cada aullido, maldiciendo a aquella dama,
y su voz se quiebra y calla, y aun suspira enamorado,
el hombre lobo solitario que a la luz de luna canta...


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